viernes, 3 de marzo de 2017

Una flor: milagro de la vida

   Contemplar, en humilde actitud de respeto y admiración, las primeras flores del nectarino y del albaricoquero, me sumergen en mi interioridad y allí me quedo.
   No podemos perder ese instante tan efímero de belleza y plenitud. Ya no es la cosecha que allí se espera tener cuando lleguen a sazón, sino la manifestación de la evolución sufrida por las plantas a lo largo de la historia. No perdamos la posibilidad de soñar un poquito. Es parte esencial de nuestra colaboración con la naturaleza. Sintámonos pequeños a su lado. Y amenos con manos generosas a estos seres tan silenciosos que cada primavera nos regalan belleza sin par.
 
 


 
 Ellas, también son testigos silenciosos del amanecer de la vida en las plantas. Pacíficas y generosas. Son bellas en su estructura y presencia.

 
 Buscando los rayos de sol, las plantas de fresas, casi listas para el trasplante.

 
 Mientras tanto, mis dos compañeros diarios, descansan apaciblemente, o esperan algo que llevarse a la boca, con ronronéos y súplicas.

 Y ya las habas despuntando como las primeras de la carrera hacia la manifestación de la vida en el huerto.
 
 Los guisantes le siguen, también, con ánimo y vigor.

 
Son momentos de sorpresa que no debemos perder. Disfrutar de su presencia y belleza nos anima a elevar un poco nuestra vista del suelo y nuestro pensamiento a una humanidad que contiene la interioridad de las cosas. Sed felices.