Contemplar, en humilde actitud de respeto y admiración, las primeras flores del nectarino y del albaricoquero, me sumergen en mi interioridad y allí me quedo.
No podemos perder ese instante tan efímero de belleza y plenitud. Ya no es la cosecha que allí se espera tener cuando lleguen a sazón, sino la manifestación de la evolución sufrida por las plantas a lo largo de la historia. No perdamos la posibilidad de soñar un poquito. Es parte esencial de nuestra colaboración con la naturaleza. Sintámonos pequeños a su lado. Y amenos con manos generosas a estos seres tan silenciosos que cada primavera nos regalan belleza sin par.
Y ya las habas despuntando como las primeras de la carrera hacia la manifestación de la vida en el huerto.